viernes, 13 de mayo de 2016

Las caras de la nueva política en Venezuela: del arquetipo al personalismo de la gestión.

Dentro del proceso de comunicación política, donde las instituciones públicas generan información a través de los medios de comunicación, el mensaje y la imagen son elementos importantes para que el ciudadano-elector pueda premiar en apariencia a una gestión, lo que se traduce en un consumo de información donde la imagen busca crear credibilidad en las acciones que se realicen; desde esta perspectiva, las sociedades siguen modelos o patrones de formación “ideales” que sirven como referencia para imitar o copiar, histórica y culturalmente, algo.
Esta realidad, presente en la historia política de los Estados, ha servido para que los líderes asuman apariencias que permitan vincularlo con las realidades inmediatas del ciudadano en cuanto a pensamientos, ideas y actitudes, sirviendo de referencias para que las acciones propias de la administración pública, lleven una marca personal que muchos teóricos y filósofos explicaron como una manifestación de egoísmo, cuidar a su yo y, en el peor de los casos, a rendirse una especie de culto donde el poder es el eje motor de tales acciones.
Históricamente hablando, en Venezuela el caudillismo es la referencia clásica e inmediata de personalismo político promovido desde las organizaciones partidistas ya que, desde ellas se definen y ejecutan estrategias, fundamentadas en el carisma y la popularidad de determinado candidato, para alcanzar la representación política que permita el ejercicio del poder, es decir, un candidato es un líder político que construye una fortaleza institucional dentro de los criterios de gobernabilidad.
Pero esta realidad, tiene un valor importante a medida que se rediseña la República ya que muchos funcionarios públicos (específicamente del Poder Ejecutivo) entendieron, por una parte, que la marca de gestión se imprime con su imagen a los fines de lograr una conexión que sirva para validar acciones, eficientes o no, del líder; y por otra, logran que el ciudadano se repliegue ante los “supuestos” salvadores a sus problemas y/o necesidades reales e inmediatas. Solo se necesita mirar vallas publicitarias para encontrar las nuevas caras de la política (oficialistas y opositores) en los diversos ámbitos de distribución del poder.
En la actualidad, el arquetipo y personalismo de la gestión es la promoción inevitable del sentir ciudadano que se resume en la frase: “el país necesita de un héroe” y donde se disminuye la posibilidad real de construir una democracia sólida, madura y validada como sistema de gobierno moderno y modernizador por excelencia, ya que la misma requiere de la comprensión ciudadana con respecto a  la política como ejercicio colectivo y no como la referencia de una imagen de hombres que conciben al poder como la conquista de un espacio dispuesto para la proyección e imposición de una figura individual que garantiza, en sus acciones, un instrumento para materializar su voluntad.
Lcda. Lelimar Narváez
Politólogo

Twitter: @lelimarnarvaez




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